Benidorm
El viajeLlegamos en un tren procedente de Bruselas hasta los topes de españoles y tras sufrir una serie de retrasos que obligaron a los pasajeros a viajar una hora embutidos, cual línea 10 en hora punta. La marea humana, lejos de dispersarse, comenzó a invadir las pequeñas calles que, aunque coquetas, no reflejaban ni por asomo las imágenes que traíamos en mente.
Recomendación: tomar el mismo tren pero bajar en Gante, ya que la mayoría de la gente hace el trayecto Bruselas-Brujas-Gante y haciendo Bruselas-Gante-Brujas puedes deshacerte de gran parte de los turistas.
Calles comerciales y chiringuitos
Tras un pequeño paseo de la estación al centro, una marabunta de turistas con bolsas se agolpaba frente a escaparates de cristal, entrando y saliendo igualmente de chocolaterías, baretos y Zaras. Calcetines con chanclas, bolsas con ropa recién comprada y grupos enormes siguiendo a señoras con paraguas. Incluso la Grote Markt (Plaza Mayor) estaba tomada. ¿Dónde estaban los locales? ¿Dónde estaban las casitas?
Si había algún resto de arquitectura local, había sido eclipsada por chiringuitos de souvenirs muy a la altura de las muñecas flamencas que puedes encontrarte en el chino de tu barrio. Los canales, tranquilos y silenciosos en los documentales de la 2, eran un ir y venir de barcazas con altavoces que escupían en varios idiomas datos aleatorios sobre los puentes que cruzaban.
Es difícil ver a alguien sin mapa o sin bolsa de regalos
Colega, dónde está mi postal
Desilusionados y empapados, empezamos a andar erráticamente. Decidimos marcar el camino olvidándonos de los mapas y eligiendo la dirección contraria de todo aquello que llevase una cámara de fotos colgada. Cruzando verjas, escogiendo los callejones más estrechos, de pronto apareció: el Brujas que buscábamos.Rincones perdidos
Un bonito puente de piedra tras una iglesia donde abundaban los patos y no había ni un alma; un enorme parque lleno de canales donde tumbarse a comer algo (los precios de los menús son prohibitivos); canales tranquilos con fachadas de colores al fondo; pequeños meandros donde los cisnes chapoteaban sin miedo a ser arrollados por las barcazas; unas pequeñas callejuelas con tiendas que parecían salidas del Callejón Diagon donde vendían desde armaduras a cubertería de madera.
Un par de horas de tranquilidad que nos quitaron un poco el sabor agridulce de la experiencia de turisteo masificado.
Uno de los rinconcitos en los que acabamos
Lección aprendida
Además de las satisfacciones de última hora, la escapada nos sirvió para aprender un par de cosillas en caso de que volvamos.- Evitar el fin de semana. Los fines de semana existe un tipo de billete especial ida-vuelta donde te bonifican con un 50% de descuento, por lo que la afluencia de viajeros, tanto turistas como locales, se multiplica.
- No ceñirnos a las guías de viaje. Brujas figura como uno de los must en todo viaje a Bélica que se precie. Sin embargo, hablando con los locales, nos contaron que hay muchos pueblos - más acogedores y menos saturados - que ofrecen la combinación de arquitectura cuqui y canales que íbamos buscando.
- Olvidarnos de "lo que hay que ver". Sí, las rutas turísticas están muy bien, pero en caso de saturación, merece la pena dejarse de catedrales y perderse un poco.
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